Continuamos en la práctica de hoy con los grabados. Esta vez vamos a realizar un par de grabados utilizando una pequeña plancha de cobre (calcografía).
El primero que hacemos consiste en la técnica de la punta seca: se incide directamente en la plancha de cobre con punzones de diferentes tamaños y formas, de manera que se va realizando un dibujo sobre el soporte. La herramienta de trabajo vendría a ser como un lápiz con el que pintar sobre un papel, salvando las distancias, evidentemente. Con algo de pericia se pueden conseguir resultados realmente sorprendentes y matices de gran calidad.
Una vez terminado el "dibujo", se procede a entintar la plancha de cobre. En esta ocasión, lo hemos hecho con una divertida pintura de un color morado, que le da originalidad al estampado.
El siguiente estampado de la práctica va a ser con otro procedimiento: aguatinta al azúcar. Desde el primer momento me hizo muchísima gracia esta manera de hacer estampados, y decidí que quería que fuera mi segunda estampación.
Consiste en dibujar sobre el cobre con un pincel mojado en una mezcla de azúcar con tinta. Al ser azúcar, que absorbe bastante la tinta, y no es muy estable, el dibujo en sí se hace un poco difícil, y es muy complicado definir las líneas o los contornos. En parte también está ahí su gracia, ya que es un procedimiento que parece casi vivo y en cierta manera "participa" del momento creativo.
Una vez terminado el "dibujo", se procede a entintar la plancha de cobre. En esta ocasión, lo hemos hecho con una divertida pintura de un color morado, que le da originalidad al estampado.
Cuando hemos repartido la tinta de manera uniforme y procurando que se introduzca en las marcas que hemos hecho con los punzones (no hay que olvidar que ESO será precisamente lo que dé forma al estampado), se procede a eliminar la tinta sobrante con un trapo, de manera que toda aquella parte del cobre que no haya sido marcada con ningún punzón, ha de quedar relativamente limpia de tinta. Se limpian también los bordes del cobre para evitar marcas feas, y seguidamente se introduce la plancha en el torno.
El siguiente estampado de la práctica va a ser con otro procedimiento: aguatinta al azúcar. Desde el primer momento me hizo muchísima gracia esta manera de hacer estampados, y decidí que quería que fuera mi segunda estampación.
Consiste en dibujar sobre el cobre con un pincel mojado en una mezcla de azúcar con tinta. Al ser azúcar, que absorbe bastante la tinta, y no es muy estable, el dibujo en sí se hace un poco difícil, y es muy complicado definir las líneas o los contornos. En parte también está ahí su gracia, ya que es un procedimiento que parece casi vivo y en cierta manera "participa" del momento creativo.
Una vez dibujada mi pequeña obra de "arte" (y tiene que ser, como se puede observar, al revés de lo que queremos que aparezca en el estampado), se deja secar la mezcla de azúcar y tinta, hasta que solidifique (en este caso, y por motivos de calendario, más de un fin de semana). Cuando ya está bien seca, se le pasa por encima una fina capa de barniz. En mi caso, la capa de barniz fue bastante gruesa, y eso hizo que tuviéramos que esperar más de la cuenta para poder seguir con el proceso. Una ligera capa es suficiente.
Cuando está todo bien seco, se mete la plancha dentro de agua caliente, lo que hace que el azúcar se disuelva (y no el barniz), dejando al descubierto la parte que habíamos pintado.
Y así, con esa parte al descubierto, se mete la plancha en ácido. El ácido lo que hace es "comerse" la parte superficial de lo que está al descubierto, o sea, lo que habíamos pintado en azúcar. Y el barniz protege el resto de la plancha.
Cuando el ácido ha hecho su trabajo, sólo queda entintar la plancha, quitar la tinta excedente y pasar por el torno de nuevo.
El resultado, como ya he dicho, es algo impredecible, ya que el cuerpo del azúcar tiene su propio movimiento, pero quizás precisamente por eso me parece un resultado bastante más atractivo.
No es que haya pensado alguna vez en mi vida que realizar grabados para estampar fuera algo sencillo, para nada. Pero sí es cierto que después de estas clases teóricas y prácticas al respecto, puedo darme cuenta de lo complejo que es hacer una buena obra. Las técnicas son muy distintas, y hay que tener en cuenta varios factores antes de empezar a trabajar. Nada es casualidad, y el artista debe tener (quizás más en este procedimiento que en otros) bien claro qué resultado fina es el que quiere obtener.
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